El Secreto del Vaticano: La Muerte del Papa Francisco 2014 :- Como Iniciar Un Negocio, Como Generar Trafico, Marketing.

Visión del Infierno de Santa Faustina Kowalska: http://escapulariodelcarmen.blogspot.com.es/2012/06/vision-del-infierno-de-santa-faustina.html LA HUIDA Y MUE…

J J Benitez-El Secreto de Colon.
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21 comentarios en “El Secreto del Vaticano: La Muerte del Papa Francisco 2014 :- Como Iniciar Un Negocio, Como Generar Trafico, Marketing.”

  1. Sus Fuentes son ambiguas y no creo lo de la Sifilis proveniente de Los
    aborigines Americanos ,pero suguro que investiga

  2. Continúa>
    II.

    El Descubrimiento y la Colonización.
    Cristóbal Colón, descubridor de América era – según muchos estudiosos e
    investigadores, descendiente de criptojudíos o, lisa y llanamente de
    judíos. El mismo se mostraba misterioso, cuando se refirió a su origen.
    ¿Por qué se empeñaba en ocultar su estirpe? Posiblemente tenía miedo de la
    Inquisición, o de que no le fuera confiada la grandiosa empresa, que estaba
    proyectando.
    «Probablemente no supo nunca, quién era; sólo sa­bía, quién quería ser» –
    escribe Jacob Wassermann en su obra: «El Quijote del Océano».
    Colón habló y escribió desde su arribo a España siem­pre y únicamente en
    español, nunca en italiano, y con soltura, a la par de sus contemporáneos.
    Se valió de éste idioma, su lengua materna, y con ella se orientó muy
    rápidamente en los círculos científicos, financieros y técnicos de España.
    No obstante, él mismo solía sugerir a media voz, que tenía alguna conexión
    con el Rey David, y su inclinación por la sociedad judía y nueva cristiana
    era manifiesta.
    Nació seguramente en Génova; sin embargo sólo en Italia doce ciudades, y
    otras más en diferentes partes del mun­do, se disputan la gloria póstuma de
    ser su cuna. Es probable que haya sido el mismo Colón el primero en ocultar
    la verdad, presumiendo que sus antecesores eran judíos o ex-judíos
    espa­ñoles, expatriados de España después de los pogroms de 1391 y de otros
    estallidos antijudíos. El nombre Colón o Colombo era bastante frecuente
    entre los judíos sefaradíes de Italia. Ni el al­mirante, ni sus hermanos
    sabían escribir ni hablar en genovés, en cambio, sí dominaban el idioma de
    sus padres y abuelos, ya convertidos al cristianismo.
    Algunos investigadores sugieren que Colón fue de ori­gen mallorquino,
    descendiente de una familia de marranos. En las cartas que escribió hay una
    señal parecida a las letras he­breas «bet» y «he» (abreviación de las
    palabras hebreas «baruj hashem, – sea bendito Dios», que los judíos
    piadosos ponen hasta hoy en sus cartas). Su firma es misteriosa, y
    encomendó a su hijo que la adoptara él también; es susceptible de haber
    tenido una interpretación hebrea. De algunos signos que utilizaba en sus
    cartas y anotaciones, parece evidente que conocía las letras he­breas
    cursivas, con las cuales se escribía el ladino que hablaban los judíos en
    España.
    Llama la atención que comienza el relato de su viaje con una referencia a
    la expulsión de los judíos de España y men­ciona el Segundo Templo de
    Jerusalén, con la traducción del término hebreo «Segunda Casa», y dice que
    ello acaeció en el año 68 d.C. -la fecha casi coincide con la fecha real
    (70 d.C.). Crónicas del siglo XV y XVI mencionan, que habían varias
    fami­lias de apellido Colón en Mantua, entre ellas Rabi Yosef Colón,
    médico, filósofo, matemático y astrónomo, lo que parece confir­mar la
    ascendencia judía del famoso almirante.
    Encontrándose en España, pronto conoció a Abraham Zacutto, el famoso
    astrónomo judío, y su obra, «El Almanaque perpetuo», y por su intermedio la
    obra de José Cresques de Ma­llorca, titulada «El mapa catalán», como
    también la inquietante teoría de Bar Hiya Ha-Bargeloni sobre la forma de la
    tierra, y Juan de Vallsecha, autor del famoso Mapamundi. Abraham Cresques
    trazó el primer mapa con los descubrimientos de Mar­co Polo; se supone con
    razón que Colón había conocido este mapa y había leído el «Itinerarium» y
    otros libros del famoso via­jero medieval, que era Benjamín Túdela.
    Aprendió el uso del astrolabio, también obra de as­trónomos y cartógrafos
    judíos de Mallorca. El judío Josef Vecinto le preparó instrumentos náuticos.
    En los círculos financieros trabó relaciones con Luís Santangel, el
    canciller real, y con Gabriel Sánchez, el tesorero real; ambos, nuevos
    cristianos.
    El hecho de que a último momento lograra Colón el patrocinio de los
    soberanos españoles para su expedición, se debió en gran medida al
    entusiasmo y ayuda de las personas arriba mencionadas, y de un grupo de
    nuevos cristianos y del judío Isaac Abrabanel. Ellos financiaron los gastos
    y le abrieron el camino hacia los técnicos y los astilleros, donde hubo que
    elegir las naves y la tripulación. Por intermedio de Santangel, los reyes
    dieron su beneplácito al proyecto y Colón recibió un salvoconducto, para
    que no fuera molestado como judaizante, ni él ni sus descendientes.
    Y de aquí surge un enigma. ¿Por qué tuvo que ser financiada esta hazaña con
    el patrimonio privado del Escribano de la Nación y no con dinero
    propiamente de la Corona? ¿Por qué fue el judío converso Luís de Santangel
    una verdadera áncora de salvación para este proyecto casi desahuciado,
    luego de su­cesivos fracasos ante otras instancias? ¿Por qué fueron, en su
    mayor parte, conversos que le prestaron apoyo financiero y logístico ante
    los círculos palatinos?
    ¿Por qué escoge como superintendente a Rodrigo Sánchez, pariente cercano
    del tesorero, quien quizás haya repre­sentado los intereses de los
    financistas de la empresa? Iban en la tripulación Marco el cirujano, Bernal
    el médico, Luís de Torres el intérprete, Alfonso de la Calle y Rodrigo de
    Triana, marineros, y un paje huérfano, cuyo nombre no se menciona, todos,
    marranos.
    Triana fue el primero quien avistó la Tierra Nueva y Torres el primer
    europeo en pisarla, creyendo que podía conver­sar con los indios en hebreo,
    uno de los muchos idiomas que dominaba. Las huellas de todos esos
    colaboradores desapare­cieron, salvo las de Torres quien, según la crónica,
    se radicó en Cuba, donde recibió tierras.
    Colón parece haber aplazado deliberadamente la par­tida de su expedición
    hasta el 3 de Agosto de 1492 a pesar de que todo estaba listo ya para el
    día anterior, que era el día de ayuno del 9 de Av, día que conmemora la
    destrucción de los Templos de Jerusalén. Historiadores posteriores anotan,
    que ha­bía en los barcos un buen número de pasajeros, todos marra­nos, que
    esperaron hasta el último momento de la expiración del plazo para salir de
    España, con la esperanza de que los Reyes retiraran el Decreto de la
    Expulsión, se supone que había tam­bién más viajantes que los mencionados
    por Pablo de Santa María: eran judíos fieles, judíos infieles, conversos y
    judaizantes, declarados y encubiertos.
    Colón envió el famoso informe de su éxito, al haber retornado de América, a
    Santangel y Sánchez. Este informe fue inmediatamente publicado y circuló
    por toda Europa en dos ver­siones, y fue el mismo Santangel que exportó en
    sucesivas ex­pediciones caballos y granos a las nuevas tierras,
    constituyéndo­se así el iniciador de las explotaciones comerciales del
    Nuevo Continente.
    Félix Gajardo, investigador chileno, escribe en su li­bro: «Colón en la
    ruta de fenicios y cartagineses», editado en 1992, que la idea de Colón
    acerca de la expedición y del descu­brimiento la concibió mucho antes,
    basada en una anunciación del IV. Libro de Esdras citada de las profecías
    de Isaías, que dice así: «De las siete partes de la tierra seis son enjutas
    y una sola ocupada por el mar. Cuando la tierra se secara, sé que seis
    partes quedaran secas y la séptima cubierta por aguas».
    El Almirante decidió confirmar esta anunciación. Esta imagen fue
    premonitoria de lo que más tarde escribiría a los Re­yes: «para la
    ejecución de la empresa de las Indias no ha utiliza­do razón ni matemáticas
    ni mapamundos: llanamente cumplió lo que había dicho Isayas».
    Gajardo menciona que la Iglesia no apoyó el proyec­to de Colón, porque el
    IV Libro de Esdras no está canonizado, ni incorporado en la Biblia; por eso
    no autorizó que Colón llevase consigo a un capellán; parece que los nuevos
    cristianos tenían más fe en el éxito.
    Estudios señalan que en 1435 vivía en Pontevedra una persona llamada
    Abraham Fonterosa, y otra, Eliezer Fonterosa, y la madre del Descubridor,
    doña Susana Fonterosa, tuvo ascendientes quienes tenían los nombres de
    Jacob y Benja­mín. También en 1489 en Tarragona, figuran entre los
    condena­dos por la Inquisición, un tal Andrés Colón y su familia.
    Numerosas actitudes confirman que a Colón lo atraían poderosamente
    inclinaciones cabalísticas.
    Cuando en el siglo pasado se propuso la beatificación de Colón al Vaticano,
    se tropezó, entre otras cosas, con la opinión de la incertidumbre de su
    ascendencia y además, que su señora Beatriz Enríquez de Arana, tenía sangre
    judía.
    Las crónicas comprueban que muchos nuevos cris­tianos y sus descendientes
    participaron en la colonización de Amé­rica, con la esperanza de escaparse
    de la Inquisición; lamenta­blemente esta esperanza se cumplió sólo
    parcialmente. Algunos pudieron ocultar su origen, otros no. Mientras
    estaban con vida, los refugiados contribuyeron con gran afán a la
    colonización y a la divulgación de la cultura española y occidental.
    Hay muchas investigaciones, tanto judías como no ju­días, sobre la vida y
    las actividades de los marranos, criptojudíos o nuevos cristianos de origen
    español y portugués en los dife­rentes países del Nuevo Mundo, basadas en
    las Actas del Santo Oficio. Según estos documentos había muchos
    judaizantes, que intentaron mantener y fortalecer el judaísmo entre los
    refugiados, incluso había también proselitismo. Varios de los judíos
    participa­ron muy activamente en el comercio interior y exterior. Había
    judíos de ascendencia portuguesa, española, italiana e irlandesa, que
    figuran en las actas como portugueses. Es interesante, que durante largo
    tiempo las palabras «portugués» y «judío» fueran sinónimos.
    Julio Caro Baroja escribe que los judíos de Europa no sólo traficaban con
    los de las colonias españolas, sino que lo hacían mediante una tupida red
    de corresponsales, utilizando bar­cos regulares. Aparentemente algunos de
    los marranos y criptojudíos se hayan enriquecido, como se ve en la gran
    canti­dad de valores que la Inquisición les confiscó, como parte del
    castigo. Bartolomé Bennasar considera que especialmente en los últimos
    tiempos, la Inquisición no se preocupó por la pureza de la fe y por la
    lealtad religiosa de los nuevos cristianos, sino sólo por conseguir sus
    riquezas; regía el deseo del enriquecimiento personal de los inquisidores.
    En 1595 el Tribunal de Nueva Es­paña comunicó a la Suprema de Madrid, que
    los judíos del Nue­vo Mundo estaban en comunicación traidora con Holanda, e
    in­tentaron describir el trabajo del Santo Oficio como un «servicio
    político». El cargo de conspiración fue un pretexto para encarcelar a los
    judíos y confiscar sus bienes, para eliminarlos como rivales económicos y
    comerciales de la nueva clase empresarial, que surgió entre mestizos y
    criollos, y para destruir de una sola vez toda posibilidad de revuelta.
    Pero al igual que en todos los casos precedentes existía el deseo de
    erradicar todo rastro de ju­díos y judaísmo de Nueva España. La historia
    posterior de la Colonia comprueba que éste, como todos los intentos
    similares, terminó con fracaso parcial.
    Está comprobado que habían judíos o criptojudíos im­portantes en México,
    Brasil, en el Virreinato de Perú, en el del Río de la Plata, en Chile, y en
    casi todos los otros países de América.
    Su aporte y el de sus descendientes fue positivo en el descubrimiento, en
    la pacificación del indio y en la coloniza­ción; en el comercio, navegación
    y transporte, en la explotación de minas, fundación de industrias, en
    inventos, en las ciencias, artes y letras. Contribuyeron con extraordinario
    esfuerzo al pro­greso y al bienestar de sus nuevas patrias, a pesar de las
    enor­mes adversidades y obstáculos. Muy diferente hubiera sido el cur­so de
    la historia sin ellos, y con ellos sin la Inquisición.
    Hay algunos investigadores, y el autor comparte su opinión, que mantienen
    que los mártires de origen judío que mu­rieron en las hogueras, en las
    cámaras de tortura y en los cala­bozos del Santo Oficio, fueron héroes de
    la libertad americana, mucho antes del estallido de la verdadera lucha por
    la Indepen­dencia. Con su muerte sirvieron a una causa que sobrepasó los
    intereses exclusivos de la religión y de la práctica de determina­dos
    ritos. Ellos querían vivir según sus creencias y criterios reli­giosos, y
    cumplir con los preceptos que les había prescrito su tradición. Querían
    vivir como hombres libres, representando un ideal, merced al cual se
    echaron los cimientos de las futuras na­ciones americanas, y especialmente
    de los futuros Estados Uni­dos. Son héroes olvidados, gran parte
    desconocidos, y sin em­bargo, precursores espirituales de la libertad, y
    por el derecho de ser diferentes en aspectos religiosos, culturales y
    espirituales

  3. Sacado del internet.
    De: Jhand3r
    Pero, yo no me refiero a quién pobló américa, o de de donde vienen. Sino
    qué hacen rastros hebreos en América de miles de años, del tiempo de
    Salomón. Como la piedra que se encontró, que ha sido un misterio para los
    estudiosos. El «Antiguo testamento» como le llaman algunos, se esribió en
    HEBREO originalmente, y desde ahi se tradujo a los otros idiomas. Moisés
    lógicamente era hebreo, los Diez mandamientos fueron escritos en hebreo.

    Judíos en la América prehispánica
    Nota del autor: Hay muchas teorías y muchas hipótesis acerca de los
    primeros pobladores y los primeros «conquistadores» de las Américas.
    Naturalmente ninguna de ellas está confirmada -pero tampoco totalmente
    rechazada. Considero que es interesante, conocer algunas de éstas, tal vez
    también para conocer y apreciar más nuestro Continente.
    Seguramente los conquistadores no se preocuparon en indagar de dónde habían
    provenido los pobladores de las tie­rras descubiertas; estaban interesados
    en adquirir riquezas y so­juzgar a los pueblos conquistados, pero cuando
    llegaron clérigos y gente de letras, quedaron sorprendidos por la
    diversidad de razas, costumbres, conceptos religiosos y culturales, y la
    situa­ción se tornó diferente. De repente surgió la necesidad de en­contrar
    una respuesta a la pregunta: « ¿De dónde provino este extraño conglomerado
    de seres humanos?, ¿Cómo y cuándo llegaron?
    Aparecen teorías, muchas teorías, ingenuas y pueri­les algunas, otras
    basadas en estudios cuidadosos, con razona­mientos serios y lógicos. La
    investigación comenzó en el siglo XVI y dura hasta nuestros días. No
    obstante, aún no es posible dar una respuesta categórica con respecto al
    origen del hombre americano.
    Una de las teorías plantea que sería de origen bíbli­co, o mejor dicho
    semita. Descendientes de Noé, cananeos, feni­cios, hebreos, serían los
    primeros pobladores, entre otros. Tam­bién se han difundido teorías que
    señalan que entre los primeros habitantes hubieran existido gente de origen
    griego, español, egipcio, tártaro, chino, africano, polinesio, habitantes
    de los continen­tes desaparecidos, además de pobladores de origen autóctono.
    Entre los historiadores contemporáneos que investi­gan la Conquista y la
    Colonización, hay varios que insisten en la presencia hebrea en el
    continente, ya mucho antes de la Con­quista. Ellos se refieren no sólo a
    presencia de personas de ese origen entre los pobladores, sino aún más a
    costumbres religio­sas vigentes en algunos de los pueblos aborígenes;
    Para los primeros colonizadores, en su afán de justificar su obligación de
    convertir a los indígenas a la doctrina cristiana, fue muy importante
    afirmar, que éstos también son des­cendientes de Adán, por lo tanto
    pertenecen a la misma Creación que los demás seres humanos. En primer
    lugar, se han tejido muchas conjeturas acerca del Diluvio universal. Según
    la Biblia, si Diluvio extinguió la especie humana, con la excepción de Noé
    y su familia, cuyos descendientes poblaron de nuevo el mundo.
    El cronista chileno Fray Diego de Rosales, en su primer libro de Historia
    General del Reino de Chile, desarrolló esta tesis para Chile, y otros
    historiadores, contemporáneos de la Conquista y de la Colonización, la
    extendieron para algunos otros países de América Latina. Las discrepancias
    subsisten sólo con ‘especio a cuál de los hijos o nietos de Noé habrían
    llegado a América para poblarla. En general, estaban de acuerdo que tenía
    que haber sido Ofir, hijo de Yactan.
    El Padre Cabello Balboa cuenta: «Ophir fue el que más lejos llegó. Se
    apartó de sus hermanos y caminando por las costas del gran mar, donde se
    muestran anchas y larguísimas tierras y riberas, él solo las obtuvo y
    poseyó. Finalmente allí se estableció y dio su nombre a toda la costa
    cercana con el gran mar. Esta región, hasta el tiempo del Rey Salomón aún
    después, tuvo el nombre de Ofir. Tal es así que nuestros naturales son
    directamente Ofiritas. Desgraciadamente, aunque supieron con­servar la
    memoria del hecho que son descendientes del Patriarca Ofir, al no saber
    usar la escritura, poco a poco se fueron barbarizando.
    Hay una coincidencia sugestiva: la Biblia habla de un país llamado Ofir,
    rico en oro, piedras preciosas y maderas olo­rosas, adonde manda su
    flotilla el Rey Salomón. Una flotilla, construida y conducida por marineros
    que su amigo Hiram, Rey de Tiro, le había facilitado.
    Lo interesante es que Colón mismo cuenta en una carta dirigida a los Reyes
    Católicos, que había descubierto el país de donde había sacado el Rey
    Salomón su oro y sus piedras preciosas. Este lugar es Veragua, en vez de
    Venezuela, que tocó en su cuarto viaje. Escribe Colón: «Del oro de Veragua
    llevaron 666 quintales de oro a Salomón, y David en su testamento, dejó
    3.000 quintales de oro de las Indias a Salomón para ayudar a la edificación
    del Templo». Es notable, que el historiador Josefo Flavio hace mención de
    estas tierras como fuente de oro, que Salomón había utilizado en la
    construcción del Templo.
    La idea de que los indios podrían ser descendientes de los primeros
    pobladores hebreos, cautivó a los intelectuales más selectos, entre ellos
    al Padre Bartolomé de las Casas, sublime defensor de los indios. Es casi
    unánime la opinión, que la población derivó originalmente del tronco
    hebreo, es decir, de algún descendiente lejano de Noé.
    Otro grupo de historiadores de la época de la con­quista insistió en que
    los pobladores fueron descendientes de las Diez Tribus Perdidas, haciendo
    referencia al Cuarto Libro Apócri­fo de Esdras, que narra la historia de
    las Diez Tribus perdidas de Israel en forma diferente de lo escrito en los
    Libros de Reyes I. o II. y de las Crónicas de la Biblia. Según esta fuente
    Salmanasar, el Rey de los Asirios, en la época del reinado de Osías en
    Israel, capturó a esas tribus y las llevó al cautiverio. Cuando terminaron
    los penosos años de la esclavitud, no que­rían volver a Jerusalén, sino
    acordaron buscar una región, aunque muy remota, donde nunca hubiese
    habitado el género humano. «Asi penetraron por los estrechos donde comienza
    el Río Eufrates» – dice el autor de Esdras. – «Por aquella región había un
    camino largo, que demoraba de año a año y medio en recorrerlo y que se
    llamaba la Región de Arsaret.»
    Es fácil de comprender que una narración de esta índole haya tenido una
    enorme influencia en los escritores de la época de la Conquista, ya que una
    región desconocida por la humanidad, y tan alejada de Palestina, no podría
    ser otra que el Nuevo Mundo. Aún más, al haber identificado a Arsaret con
    Tartaria, podrían haber llegado hasta la Isla de Groenlandia, de donde por
    el Estrecho de Davis podrían haber pasado a la tierra del Labrador, que es
    ya la Tierra de las Indias. Como los conoci­mientos geográficos eran
    incompletos y escasos, resultó ésta una explicación lógica y convincente.
    El Libro de Isaías contiene en el Capítulo 2, una pro­fecía que puede ser
    interpretada como la llegada de las Diez Tribus a las Indias Occidentales.
    «Volverá Dios a traer y juntar a los remanentes del Pueblo de Israel, que
    habían quedado en la esclavitud de los asirios de estos lugares, y también
    de las islas del mar.»
    Un extraordinario personaje del siglo XVII, Manashe ben Israel, gran rabino
    de Amsterdam, renombrado escritor y humanista, nos dejó un testimonio muy
    interesante en su obra titu­lada «La esperanza de Israel». Cuenta, que
    vivió en aquel en­tonces en Amsterdam un judío español llamado Aron Levi,
    o, se­gún su nombre neocristiano, Antonio de Monteemos. Este Aron Levi
    había vivido durante algunos años en las Indias Occidentales, y fue
    protagonista de una extraordinaria aventura, como la cuenta el mismo en su
    obra: «Memorias personales de Peni».
    Ocurrió que durante su permanencia en América, la Inquisición lo acusó de
    alguna herejía y lo encarceló. Luego de haber cumplido su sentencia,
    resolvió conocer aquella tierra y tomó como guía a un cacique indio,
    llamado Francisco. Un día, amargado por su desventura, exclamó sin pensar:
    Yo soy hebreo, de la tribu de Levi, mi Dios es Adonai y todo lo demás es un
    engaño.
    Al oír estas palabras Francisco quedó muy sorpren­dido, y le preguntó, si
    también era hijo de Israel. Cuando Motecinos le aseguró que lo era, el
    indio insistió que fuera con él a conocer a su pueblo.
    Después de un largo viaje, llegaron a la orilla de un río donde habitaba la
    tribu del cacique. Recibieron a Montéanos muy cordialmente, y éste oyó
    recitar, con enorme asombro, la oración tradicional hebrea: «Shema Israel,
    Adonai Elohenu, Adonai Ejad». Le dijo entonces el indio Francisco: Estos
    hermanos tuyos, los hijos de Israel, los trajo Dios a esta tierra, haciendo
    con ellos grandes maravillas y muchos asombros. Pero tienen que vivir
    ocultos y retirados, hasta que llegue el tiempo de la Redención para todos
    los judíos. Montecinos escribe que todos los varones estaban circuncidados
    y tanto ellos como sus mujeres llevaron nombres bíblicos.
    Fernando de Contreras, uno de los conquistadores, escribió que «al otro
    lado de Marañón hay una gran multitud de indios, que usan nombres hebreos»,
    y agregó que « estos no pertenecen a los ‘judíos infames’, porque no
    estaban presentes en el juicio de Jesús».
    No podemos negar, que un relato sensacional escrito por un supuesto testigo
    ocular, se citará durante los siglos poste­riores por casi todos los
    escritores. Sin embargo, Menashe ben Israel no quedó del todo convencido.
    Admitió que los primeros pobladores de América fueran israelitas, pero
    también anotó que luego, una ola de rudos y bárbaros mongoles hicieron
    irrupción, superponiéndose a los hebreos. Sólo así se puede explicar la
    diferencia racial entre los indios, o como dice el gran Rabino, « los de
    feo cuerpo y poca inteligencia descienden directamente de los tártaros, en
    cambio los de buen rostro y listos, de los he­breos».
    Tanto Menashe ben Israel como otros historiadores y escritores, han
    observado similitudes en las costumbres, en con­ceptos religiosos, en
    conductas entre judíos e indios autóctonos. Algunos hicieron comparaciones
    con datos de la Biblia. Mencio­nan por ejemplo, que los indios de Yucatán
    se circuncidaron y rasgaron su vestimenta al recibir una noticia nefasta o
    de muerte, como los judíos lo hacen. Los indios peruanos mantenían un fuego
    vivo en sus altares, igual como se les había ordenado a los judíos en el
    Levítíco. En otras partes de México, el sábado era un día festivo, y todos
    tenían que asistir a las ceremonias religiosas y a la presentación de
    sacrificios. Las nociones referentes a la Crea­ción del Mundo tienen
    similitud con la descripción de la Biblia; por ejemplo el Popol Vuh. Los
    indios conocían sobre el Diluvio Universal.
    Según el Padre Cumsilla, en lugares donde él ha predicado el Evangelio, los
    indios rechazaban la carne de cerdo, pero sólo antes de su bautismo. Según
    el Padre, tenían que la­varse el cuerpo tres veces al día y luego
    utilizaban ungüentos y aromas propios del judaísmo. Incluso, escribe que
    los indios eran judaizantes.
    Algunos filólogos de la época, encontraron analogías filológicas entre el
    hebreo y algunos idiomas autóctonos. El Pa­dre Cumsilla hace referencia a
    que hay similitudes en las oracio­nes, no sólo en su contenido, sino
    también en las formas literarias de las expresiones. Cuando les preguntó
    cómo habían aprendido estas oraciones, le contestaron que de sus
    antepasados. Además, ellos no adoraron al Sol, sino Al que lo había creado.
    No se puede mencionar aquí todas las referencias respecto al supuesto
    origen hebreo de los indios americanos; hay una literatura amplia al
    respecto.
    Para terminar este capítulo, vale la pena mencionar, que existen hoy día
    casi tres millones de personas cuya religión 10 sólo cree en la llegada de
    las Diez Tribus perdidas del pueblo judío a las Américas mucho antes de la
    Conquista, sino también ¡n la restauración de las Diez Tribus y en la
    constitución de un nuevo Sión en el Nuevo Mundo: los mormones, cuyo
    Artículo de :e (No. 10) dice así: «Creemos en la congregación literal del
    pueblo de Israel, y en la restauración de las Diez Tribus»
    El Libro de los Mormones relata la historia de las antiguas poblaciones de
    las Américas así: «América fue colonizada primero por una tribu semita, los
    jareditas. Eran los descendientes de Adán, según Cáp. 5. de Génesis: Adán,
    Cain, Abel, Set, ínash, Canaán, Jered, Enoc, Matusalem, Lamec, Noé.
    Jared con su familia trabajó en la construcción de la torre de Babel,
    cuando sobrevino la dispersión de las razas. Para salvarlo a él, a su mujer
    y a su familia, el Señor le ordenó que instruyera una barca y llevara
    consigo, como Noé, todos los rulos de la Tierra. En efecto, después de una
    azarosa travesía, impulsado por un viento favorable, llegaron a las costas
    del Nuevo Mundo. Allí se multiplicaron, hasta formar una gran nación, ‘ero
    con el correr del tiempo, cayeron en idolatría y sus costumbres se
    degeneraron y se convirtieron en crueles y salvajes.
    En el siglo V a.C., una nueva ola de inmigrantes apareció en las costas
    americanas. Esta vez se trató de una tribu del pueblo judío, los nefitas,
    cuyo conductor, Nefi, era des­endiente directo de José. Trajeron consigo el
    culto del verdadero Dios. Pese a las advertencias de sus profetas, los
    befitas cayeron en el pecado y finalmente, después de crueles guerras,
    fueron exterminados por sus vecinos, los jareditas. Así es que Mormón, en
    las proximidades de la catástrofe, obtuvo las tablas que resumen la
    historia de su pueblo.
    Los jareditas, judíos malos, pecadores e idólatras, se convirtieron en
    cobrizos, por castigo divino. Ellos, los hijos rojos de Israel, son los
    antepasados de los Pieles Rojas, de los Incas y de los Aztecas. Los
    nefitas, judíos buenos, se mantuvieron blan­cos, pero desgraciadamente
    murieron por sus hermanos de raza.
    Está demás decir, que El Libro de Mormón está lleno de divagaciones
    fantásticas e incongruentes, pero vale la pena mencionar una profecía
    respecto a Colón. Dice el profeta Nefi en su Libro (Cáp. 13. 12.): « Y
    mirando vi entre los gentiles a un hombre, que estaba separado de sus
    hermanos por las muchas aguas, y vi que descendió el Espíritu de Dios y se
    posó sobre él, y el hombre viajó por muchas aguas, hasta encontrar a los
    descendientes de mis hermanos, que estaban en la tierra de promisión.»
    La parte interesante de esta profecía es, que da por sentado como un hecho
    seguro que Colón era de origen judío, hecho que todavía está en discusión.
    Según el profeta Nefi, Co­lón no sólo era judío, sino que organizó su viaje
    por inspiración divina, exactamente como sus predecesores. Es decir, que en
    realidad vino en busca de sus hermanos de raza, para reunirse con ellos.
    Se cuenta que en algunas aldeas de Polonia y de la Rusia zarista, existían
    leyendas muy conocidas por el pueblo ju­dío sufrido y atormentado, según
    las cuales los descendientes de las Diez Tribus vivirían prósperos y
    poderosos en algún sitio lejano no identificado, y que algún día vendrían a
    salvar a sus hermanos de raza de las manos de sus opresores y vengarían las
    injurias sufridas. Cuando los judíos hablaban de este tema, llamaban a los
    futuros salvadores como «los judíos rojos». Quién sabe, tal vez se referían
    a los indios de las Américas, identifica­das en estas vagas palabras las
    Diez Tribus perdidas de Israel.
    Fue Humboldt quien afirmó que los fundadores de los estados indios eran
    pueblos o grupos de antiguas inmigraciones del Oriente. Fue el primero en
    divulgar la tendencia orientalista del poblado de las Américas.
    Las cosmogonías andinas, los templos de los acoltuas, los libros mayas, la
    organización civil de los quechuas, las leyendas religiosas de los
    chichimecas, las clases sacerdotales, las abluciones rituales, los cantos
    litúrgicos, y muchos factores demuestran un parentesco entre las
    civilizaciones de la Américas con el Oriente Antiguo, y dentro de este
    complejo, con la judía.

  4. Lo que no se dijo es que Colón se dice fue un criptojudío, y los reyes
    católicos también, y que los presos eran los que perseguía la inquisición,
    es decir judíos y árabes. Como Colón hablaba de las minas del Rey Salomón y
    el Edén no es de sorprender que haya tenido algún libro antiquísimo que
    hable de la era del Rey Salomón, de los templarios, no sé. Lo que sí sé es
    que en Hebreo América se le llama los confines de la tierra, y tiene
    relación con lo que Jesús dijo y me seréis testigos hasta los confines de
    la tierra.

  5. Elizabeth Algazi

    Ay! A mi me esta pasando lo de Colón que voy a morir olvidada y en la ruina
    vamos algo en común con la historia!

  6. felipe David Chiliquinga Campos

    J J Benitezes es un gran investigador tengo ciertas dudas : por que en
    caballo de troya y en este reportaje habla solo de personajes anonimos » el
    mayor que le da su diario en caballo de troya» y aki habla de un navegante
    anonimo..ademas en caballo de troya 1 una opcion de viaje hacia el pasado
    es ir hasta 1472 a portugal es decir preparativos para el supuesto
    descubrimiento…¿q les importaba a los americanos de colon?, coincidencia
    o no ……pero me encanta su literatura creo k los personajes anonimos dan
    inicio a una cadena de historias……pero en fin buena investigacion

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